Al igual que el condón masculino, este método anticonceptivo para mujeres evita la transmisión de ETS y los embarazos no deseados; a pesar de ello, se considera menos efectivo que el masculino por la dificultad de su uso. Además, su disponibilidad es mucho menor y su precio es más elevado, lo cual reduce considerablemente el uso normalizado del mismo.
Por otro lado, se puede utilizar en combinación con otros métodos, como por ejemplo la píldora. Esto proporciona una mayor seguridad a la hora de mantener relaciones sexuales; no obstante, esta preocupación puede llevar a prácticas erróneas del condón femenino. Un ejemplo bastante habitual es combinar el preservativo masculino con el femenino: no se puede utilizar los dos al mismo tiempo porque existe riesgo de rotura o incluso de desprendimiento de ambos preservativos por exceso de lubricación. Además de esto, supone un gasto innecesario de dinero e insatisfacción sexual en la pareja.